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¿Por qué es un desafío educar en la afectividad?

Educar es un desafío y supone un  proceso de enseñanza-aprendizaje que va más allá de los contenidos. Sabemos que de este proceso se derivan numerosos aprendizajes implícitos, se desarrollan capacidades y se transmiten y aprehenden valores. También tenemos presente que al momento de aprender se implica la totalidad de la persona, con su cuerpo, su mente, su historia y su realidad específica. A partir de esta concepción integral del aprendizaje, entendemos a la educación de la afectividad y la sexualidad como un desafío que busca el despliegue armónico de cada persona como unidad bio-psico-espiritual.

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A veces se corre el riesgo de querer explicar a partir de un solo aspecto la complejidad de la sexualidad, se toma una sola dimensión o se reduce a lo preventivo, y se deja de lado lo positivo y lo propositivo de esta educación. Pero  para que la educación afectivo-sexual sea efectiva es necesario que sea “integral”.  Eso supone trabajar en el desarrollo equilibrado y saludable de cada dimensión de la persona con el objetivo de conocer y cuidar el cuerpo, promover la salud y alcanzar la madurez afectiva a partir de la construcción de vínculos saludables. 

En este sentido, la educación afectivo-sexual está especialmente orientada tanto al desarrollo de capacidades intrapersonales que favorezcan la capacidad para conocer, expresar y regular las emociones, como al desarrollo de capacidades interpersonales para alcanzar una sana convivencia con los demás.

Por otra parte, se plantea como objetivo de la educación sexual integral el desarrollo de la identidad personal para el despliegue de  un proyecto de vida respetuoso de la libertad individual , asumido desde la condición de varón o mujer. Este es desarrollado a partir de las decisiones personales, con conciencia del valor propio y responsabilidad de las consecuencias de las decisiones de cada persona.

En intrínseca relación con este aspecto individual y privado, se encuentra la cuestión contextual y cultural que afectan a la persona. Por este motivo, una arista más en la educación afectivo-sexual integral es la promoción de relaciones significativas para que las personas sean agentes constructivos de paz y así superar actitudes que conducen a la violencia en todas sus formas, la discriminación y la irresponsabilidad frente a la propia vida y la de los demás.

Educar en la afectividad es un desafío ineludible. No es una opción válida dejar que sean las pantallas quienes eduquen en estos temas a nuestros estudiantes e hijos. No podemos mirar para otro lado y esperar que otros hagan el trabajo. Asumamos este desafío que se presenta como una invitación a ser protagonistas de la situación, a enfrentar la realidad y a formarnos para poder acompañar a nuestros niños, niñas y adolescentes en su desarrollo integral.


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