El feminismo: un movimiento en evolución
El feminismo es un término que abarca una variedad de movimientos y reclamos divergentes, cambiantes según el contexto histórico y geográfico. No es un bloque único, y por eso es más preciso hablar de feminismos, en plural. A lo largo de la historia, ha evolucionado en distintas "olas":
- Primera ola: centrada en la lucha por el derecho al voto, la educación y la participación política. Se la vincula con el sufragismo.
- Segunda ola: introduce cuestionamientos más profundos sobre el lugar de la mujer en la familia y el hogar.
- Tercera y cuarta ola: incorporan temas como la diversidad sexual, la fluidez del género, los derechos reproductivos y una crítica más radical a las estructuras sociales consideradas patriarcales.
Algunos referentes en la historia del feminismo han sido:
- Federico Engels: Traslada el concepto marxista de lucha de clases al matrimonio, describiéndolo como el primer espacio de opresión de la mujer.
- Simone de Beauvoir: Con su frase “No se nace mujer, se llega a serlo”, propone que lo femenino es una construcción cultural.
- Shulamith Firestone: plantea que para eliminar la opresión femenina es necesario eliminar la diferencia sexual.
- Judith Butler: propone que el género no depende del sexo biológico, sino que es una construcción cultural fluida e independiente.
Estos pensadores, especialmente desde la segunda ola en adelante, introducen una idea clave: la diferencia sexual no es natural sino socialmente construida, lo que lleva a propuestas radicales como eliminar las categorías de "varón" y "mujer".
A partir de la obra de Butler, se empieza a utilizar el concepto de género en lugar de sexo, considerándolo una categoría cultural y no biológica. Según esta postura, la genitalidad es un "dato anecdótico" y cada persona puede identificarse con el género que sienta, independientemente de su cuerpo.
Esto ha influido en la actual agenda internacional de género, que promueve el concepto de "sexo asignado al nacer", lo que genera un debate profundo sobre el modo en que entendemos a la persona y su identidad. Desde una perspectiva realista correspondería hablar de “sexo reconocido”, dado que el sexo se reconoce a partir de la genitalidad, que es evidente.
Recuperar una mirada humanista: diferencia y complementariedad
Si bien muchas de las reivindicaciones del feminismo han sido justas y necesarias, hay riesgos cuando se adoptan posturas extremas o radicales, como:
- Eliminar la diferencia sexual para terminar con la desigualdad.
- Negar la unidad integral de la persona, disociando cuerpo, mente y espíritu.
- Proponer una visión individualista y fragmentada del ser humano, que puede llevar a una comprensión reduccionista de la identidad.
Estos riesgos nos invitan a revisar críticamente algunas posturas actuales sin perder de vista los avances logrados.
Frente a estas posturas extremas, es posible recuperar una visión que reconozca:
- La unidad de la persona humana, sexuada desde el origen.
- La diferencia entre varón y mujer como fuente de complementariedad, no de conflicto.
- La igualdad de oportunidades basada en el respeto mutuo, no en la negación de las diferencias.
Como dice el filósofo Julián Marías, “La persona se realiza en forma de varón o de mujer”, expresando que la sexualidad es parte integral de la identidad.
Roles de género: una oportunidad para superar estereotipos
El género, como rol social, es permeable a la cultura. Esto permite que las tareas tradicionalmente asignadas a uno u otro sexo hoy puedan ser compartidas. Un ejemplo cotidiano: hoy muchos hombres asumen con naturalidad tareas del hogar o del cuidado de los hijos.
Esa corresponsabilidad fortalece la vida familiar y social. Las diferencias no deben ser vistas como obstáculos, sino como oportunidades de cooperación.
El objetivo no es que las mujeres se conviertan en hombres ni viceversa, sino que cada uno pueda desarrollar su identidad en plenitud. La verdadera igualdad de género no implica uniformidad, sino respeto y equidad, con base en la dignidad común y las diferencias complementarias.
Rechazar estereotipos y roles rígidos no exige negar la diferencia, sino valorarla como parte de una humanidad diversa y plural, que necesita tanto a mujeres como a varones para desarrollarse en plenitud.
Un feminismo sano y una visión integradora
La historia de los feminismos nos deja un legado valioso, pero también desafíos. Hoy, más que nunca, necesitamos un feminismo basado en la evidencia que respete la condición sexuada de toda mujer y que promueva la riqueza que existe en los diferentes modos de expresar la condición femenina.
Respetar la diferencia, promover la igualdad de oportunidades y buscar la complementariedad son caminos hacia una sociedad más justa, más humana y verdaderamente equitativa.